Apenas han aparecido las primeras luces,
y ya empezamos a ensamblar el puzle. Ya antes de levantarnos, las piezas se
agolpaban en nuestra mente. Nos ponemos en pie y dejamos colocada la primera
pieza, la ropa que vestiremos hoy. Durante la ducha, continuamos intentando
ordenarlas. Algunas ya las dejamos para el día siguiente, otras para dentro de
un rato. Es un rompecabezas que no para de crecer, apenas hemos cerrado una
parte, cuando se incorporan nuevas piezas. La mayor parte del tiempo la ocupamos
en ordenar una y otra vez las mismas piezas. En unas pocas zonas nos detenemos,
nos recreamos con placer, es la parte querida de nuestra vida. Estas piezas de
colores brillantes algunas veces surgen de improviso, en otras ocasiones no
paramos de buscarlas. Nos llena de satisfacción la aparición de una pieza que creíamos
extraviada definitivamente, y que ahora está ahí delante, cercana.
Pero, volvemos la vista al otro lado
de la mesa y el puzle, cuidadosamente
ensamblado la semana anterior, esta desecho. Ese conjunto de piezas grises, padece
de la maldición de Sísifo, el que fue castigado por los dioses a empujar una
pesada piedra a lo alto de la montaña, para que antes de que alcanzase la cima
rodara hasta el inicio, y vuelta a empezar eternamente. Bueno, ahora hemos
conseguido recomponerlo, con ese equilibrio inestable que nos permite apartar
por un momento la vista.
¿Y que vemos al otro lado de la
mesa?. Ha aparecido una pieza nueva. Es brillante y nos incita a abandonarlo
todo y ocuparnos de ella. Al acercarnos, sus contornos se delinean con
claridad. Su brillo es cegador, y nos llena de temor. Es esa persona siempre
deseada a lo que nunca se lo dijimos, esa idea que ronda varios años nuestra
mente, ese anhelo siempre oculto. Y ahora está ahí. Pero no, dejémoslo en su
sitio, y volvamos otra vez a las piezas grises, que se han vuelto a desordenar.
Mientras recomponemos lo tantas veces desecho, el brillo de la pieza no para de
crecer. Nos levantamos de la silla, cogemos la pieza que inunda de luz nuestra
mano y salimos de la casa. Ahora sólo tenemos un pensamiento, buscar otra mesa
y montar otro puzle.