Vamos a recorrer el Canal de Castilla,
la idea de unos soñadores que pensaron que podía navegarse desde los campos de
trigo castellanos al norte peninsular.
El Rio Pisuerga a su paso por Alar
del Rey nos da la bienvenida. Aquí un monumento rinde tributo al piragüista. Pero
el auténtico punto de partida lo constituye un hito que señala “Aquí nace el
Canal de Castilla, obra de ingeniería hidráulica del siglo XVIII”. Durante el
viaje por autovía desde Valladolid, a la que luego regresaremos, la vista se
pierde en el llano, solo interrumpido por pequeños cerros aislados. Desde nuestra salida en Alar
del Rey, ya se divisa al norte la Cordillera Cantábrica, la barrera que separa
Castilla del mar.
Esta situación de aislamiento hizo
que en el siglo XVIII, la región estuviera empobrecida, por la dificultad de
que sus productos pudieran llegar a los puertos del Cantábrico. Las mercancías debían
ser trasladadas a lomos de caballerías por unos caminos la mayor parte del año
intransitables.
El Marques de la Ensenada, pensó en
otra forma de transporte: el agua. Dirige una carta al entonces Rey Fernando
VI, donde plantea la idea de utilizar los ríos como via de comunicación, de
crear una red de canales a semejanza de
los que ya existían entonces en Francia. Como argumento decisivo señala: “Conozco que para hacer los ríos navegables y
caminos son menester muchos años y muchos tesoros; pero, Señor lo que no se
comienza no se acaba”.
Comenzamos a pedalear por el camino
junto al Canal, que en sus primeros pasos nos sorprende con su amplitud. Siempre
cerca el Pisuerga, caracoleando paralelo
al canal. Se suceden las tierras de regadío, un vergel tras el año lluvioso.
Casi cien años duró la construcción
del Canal, que nunca vería el mar. En 1849 se abre a la navegación el tramo
entre Alar del Rey y Valladolid. Se construyen barcazas que transportan mercancías
y pasajeros por el rio, se sacan imágenes de la virgen en barcos. En fotografías
antiguas aparecen tramos congestionados por el tráfico de artilugios flotantes.
Ahora nos cruzamos con un barquito que hace pequeños trayectos por el Canal, el
“Marques de la Ensenada”.
Por doquier nos cruzamos con construcciones
que indican la intensa vida que llegó a haber en esta zona. Se construyeron
molinos de harina y astilleros para las barcazas. Se crearon incluso algunas
poblaciones, todas hoy desaparecidas salvo Alar del Rey. La vida bullía en
torno a esta línea de agua mesetaria. Continuamos pedaleando por pistas, antiguos
caminos de sirga, donde en su día los animales arrastraban a las embarcaciones.
Sin embargo lo que más nos llama la atención son las esclusas. Con estas se podía regular la altura
del agua, para franquear el paso de las embarcaciones, salvando considerables
alturas en el canal.
Ahora empiezan a aparecer peregrinos, y es que
nos estamos acercando a Fromista. Una espectacular esclusa nos índica que
entramos al pueblo que conserva quizá la más bella representación del románico
la Iglesia de San Martín, de perfectas proporciones, un Taj Mahal castellano. Frente
a ella saboreamos el descanso junto a cansados peregrinos, que concluyen su
etapa del día. Reanudamos la marcha, en las horas de más calor, cuando de pronto oímos ruido de
agua cayendo y sentimos el frescor en el aire. Es la triple esclusa de Calahorra de Ribas, la más espectacular del camino.
Nos detenemos junto a unos pescadores
de cangregos, que abundan en el canal. Con un largo palo acabado en punta abierta,
nos aseguran haber cogido 120 en esta mañana, que luego venderán para obtener
un sobresueldo.
Cerca del kilometro 100 llegamos a la
DARSENA DE PALENCIA, que se interna
en la ciudad por un paseo arbolado. El lugar se encuentra igual que en la época
en que las barcazas llevaban su mercancía a Palencia, y contaban con espacio
para maniobrar. Unos de sus almacenes hoy es museo del agua.
Ahora debemos cubrir los últimos kilómetros,
hasta Valladolid. Las nuevas urbanizaciones, y unos parques urbanos nos dicen
que estamos acabando la ruta. Una dársena, y unas reconvertidas naves son su
punto final. A pocos metros pasa una autovía, que en poco más de una hora nos
llevaría a Alar del Rey.
La construcción del canal de Castilla
duró cien años, y sólo estuvo veinte a pleno rendimiento. En su periodo de
mayor esplendor surgió el gran enemigo que finalmente lo relegará al olvido: el
ferrocarril. Sólo 11 años despues de su inauguración quedan unidos por
ferrocarril, Valladolid y Alar del Rey, y pocos años después el tren llega al
mar. A partir de ese momento, se inicia su decadencia y hoy el canal tan sólo
se utiliza para el regadío, y usos recreativos.
Sin embargo ahora al bajar de la
bicicleta, miramos con admiración a aquellos ilustrados que hace tres siglos idearon
navegar de Castilla al mar … y casi lo consiguen.