En el principio fue el caos. Todos
los planetas, los cometas, el sistema solar nacieron de una nube de polvo y
gas. Hicieron falta millones de años para que, lentamente, se fuera delineando
como es hoy. Los cráteres de los planetas atestiguan las cicatrices que en ese
largo periodo quedaron en la superficie, algunos muy profundos.
Tumbada en la cama su mirada se
detuvo en la foto de una nube de fuego que se estrellaba contra el hasta
entonces un apacible planeta. El impacto era colosal, y se desprendían
partículas en todas direcciones. Al lado, el teléfono móvil emitía con regularidad
parpadeos, indicando que un nuevo mensaje había entrado. Ensimismada leía: “El Gran Bombardeo Tardío de la Tierra pudo
ser el resultado de una fuerte alteración de las órbitas planetarias que hizo
que Neptuno y Urano trastocaran un cinturón de cometas, y Jupiter el cinturón
de asteroides”. Mientras miraba el techo, pensaba como se había alterado todo
su mundo. La llegada de las vacaciones, y la ruptura con Pedro la mantenían en
su casa una semana. Sólo veía un enorme caos en el exterior. Ya nunca podría
sentir igual que este primer amor. Su futura entrada en la Universidad le
producía vértigo, y sentía como sus hasta ahora amigas en el fondo se alegraban
de lo que todo el curso les había producido envidia.
La llamada de su madre a cenar, la
hizo volver a las imágenes de la revista. “En
los primeros tiempos del sistema solar, Neptuno estaba más cerca del Sol. La
potente gravedad del planeta, originaba que los cuerpos que se le aproximaran
eran arrojados hacia el Sol o expulsados del Sistema Solar”. En ese maravilloso
año que había pasado la unión con Pedro no había tenido fisuras, y ella había
sido su Sol, su única atracción. Paro ahora, no se explicaba porque se había
trastocado ese orden del Universo, porque esa maldita llamada de él, diciendo
que necesitaba tiempo.
Ahora la voz de su madre era más
apremiante. Cuando ya cerraba la revista, se detuvo en la foto de un artilugio y
leyó: “Los antiguos planetarios de mesa
representaban un sistema predecible, donde los planetas giraban eternamente en
torno al Sol. Hoy se sabe que la realidad es azarosa, y en millones de años las
órbitas podrán llevar a un nuevo caos”. Ahora lo entendía todo: sólo era situar su
sistema de planetas, y mantenerlo en equilibrio. Sin duda habría otro Neptuno,
otros planetas menores. Un planetario ordenado. Se dirigió al armario y decidió
que esa noche saldría con el vestido rojo, cogió el móvil y llamó.