Este año las lluvias han sido constantes, las
temperaturas se han mantenido frias, y llegado julio aún quedaban neveros en
las cumbres de Sierra Nevada. Estas manchas blancas en la sierra, que en el
otoño siguiente se unen a las primeras nieves.
Durante muchos años traer estas nieves perpetuas a la
ciudad fue el oficio de los neveros. Esos hombres que a lomos de sus
caballerias en los meses de verano acarreaban la nieve desde la sierra a la
ciudad de Granada. La nieve era llevada en serones sobre las mulas, y
transportada por la noche para evitar los rigores del calor diurno. El Camino
de los Neveros, era la ruta por la
que transitaba todo el hielo que consumía en verano la ciudad.
Este oficio de nevero tenía su vertiente romántica. Whasington
Irving, en los Cuentos de la Alhambra, cuenta su conversación con un granadino:
- Qué luces son aquellas, Mateo, que veo brillar
en Sierra Nevada sobre los hielos, que parecerian estrellas si no fuesen rojas
y no brillasen sobre la falda de la montaña?.
- Son las
hogueras de los neveros que abastecen de hielo a Granada. Suben a la sierra todas
las tardes con mulos y pollinos, y mientras unos descansan al calor de las
fogatas otros llenan 1os serones de nieve. Después bajan a la sierra y llegan a
las puertas de Granada antes de la salida de1 sol. Esa Sierra Nevada es un
monte de hielo puesto en medio de la Andalucia para tenerla fresca todo el
verano.
Pero ese hielo, contra la lógica actual, no era de
dominio público. Cada año el Ayuntamiento de Granada concedía su derecho a
comercializarlo en exclusiva en la ciudad, mediante una subasta pública. La
propiedad de la nieve de los ventisqueros se repartía entre diversos
propietarios particulares y los Ayuntamientos de los pueblos limítrofes de
Monachil y Dilar. En 1871 el Estado la vendió a perpetuidad a un granadino, por
125.550 pesetas oro, entonces una muy importante cantidad de dinero. La
explotación tuvo un punto de inflexión en el año 1922, cuando se instala la
primera fábrica de hielo en Granada. Solamente retornaría el comercio del hielo,
ya transportado en camiones, en un breve periodo en los años 50
del siglo pasado, debido a las restricciones de electricidad para su fabricación.
En 1728 tuvo lugar en Granada un pleito sobre el
hielo, que da lugar de la sociedad de la época, y de los privilegios que han
gozado algunos estamentos en nuestro país. Como se ha dicho, el Ayuntamiento
que explotaba su comercialización, tenía concedidos algunos privilegios. La Corporación municipal, con sus alcaldes, jurados, secretarios, la Inquisición
y la Capilla Real, estaban exentos de pagar los impuestos por el hielo, abonando
tan sólo el coste del transporte. En ese año, el Cabildo de la Catedral, piensa
que también le corresponde aprovecharse de ese privilegio. El Ayuntamiento, considerando que la Iglesia estaba ya bien representada, quita parte de
privilegios a la Capilla Real. Defiende esta su solicitud argumentando, entre otros motivos, que “más que por el moderado precio de la nieve, es por el honor de
distinguirse del resto del pueblo … que en esta distinción se funda su mayor
autoridad”, y lleva a juicio sus derechos. El resultado del pleito poco importa ante el hecho de la gran
importancia que ostentaba el hielo, y a la triste constatación de los muchos
privilegios sin sentido que se han dado en este país.
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