La
tarde estaba declinando cuando entramos en Campo Grande, el Parque de
Valladolid. Como todos los sábados, se juntaban allí madres empujando carritos
de niño, parejas de jóvenes iniciando una relación, y ancianos silenciosos
cargados de historia. Un pavo real muestra orgulloso su plumaje, mientras la
mama pata vigila los primeros pasos en el agua de sus vástagos. En estos
primeros días de verano la temperatura es suave, y el interminable y lluvioso
invierno sólo es un recuerdo.
Abrimos un helado y nos sentamos
frente al estanque. En ese momento “La
Paloma” se dispone a zarpar. Es la barca que desde hace muchos años navega
en este lago, apenas la mitad de un campo de futbol. Va subiendo el pasaje, en
su mayoría niños, algunos acompañados de sus padres. El barquero, un joven
provisto de su gorra de capitán, sonríe y los prepara para la aventura que
sigue.
Un suave empujón a los remos, y la
barca se aleja de la orilla. Nosotros también empezamos con el chocolate de
nuestro helado. Nos recreamos en la historia que sabemos está narrando el
barquero:
-Este estanque
es un mundo mágico. Los pájaros, las tortugas, los patos por la noche se
transforman. El pequeño kiosko es un palacio, y todos los animales sus
moradores.
Los niños miran ansiosos por la
borda, intentando adivinar como puede ser ese cambio. El barquero señala uno a
uno a los animales y cuenta como es su otra vida, mientras da en el agua imperceptibles paladas, que hacen que la barca se deslice silenciosa.
Desde nuestro banco, vemos como el barquero se ha levantado y señala la orilla, es la
mitad del recorrido y de nuestro helado. Ahora habla de Luis Gallego “El
Catarro”, el último de una generación de barqueros, que durante muchos años
embrujó a los padres de los niños que hoy navegan. Su espíritu sigue vivo y, continua el
barquero con un susurro:
-Se cuenta,
que ayuda a cruzar por las noches el estanque a todas sus criaturas, y aquellos
que están en el cielo también vienen a montar en esta barca.
Instintivamente algunos niños miran
hacia arriba y, cuando bajan su mirada descubren que el viaje se ha acabado. El
barquero ha saltado a tierra, y ayuda a los niños que dejan la barca serios.
También nosotros acabamos el helado, y mientras nos alejamos, otros niños
esperan su turno para subir a la barca. Ahora apuramos el tiempo para salir de
este parque a un mundo frenético.
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