El desencanto con los políticos es
generalizado. La creencia es que no sólo nos han llevado a esta situación con
su pésima gestión, sino que, como premio, se han enriquecido y además se rien de nosotros. Para decidir el voto realmente hay que hacer un importante ejercicio de
voluntad y de fe en la democracia, para no emplear nuestro tiempo en algo
mejor. La mayoría ante esta situación se limitan a expresar su descontento, algunos
participan en movimientos antisistema, y unos pocos intentan incluir esta
protesta en los parlamentos. Hoy hay elecciones en Italia, y un tal Beppe
Grillo se presenta, con el apoyo de miles de personas.
No es el primero que lo ha intentado.
En 1981, Colouche un cómico francés lo hizo a las presidenciales francesas con el lema “Que suerte tienen los pobres de
vivir en un país tan rico”. En ese mismo año anunciaba su intención de
concurrir a la Casa Blanca Colbert, los sondeos le daban una intención de voto
del 13 %. En España la humorista Eva Hache, mostró en 2007 su intención de
desembarcar "a lo bestia" en la política.
En todos estos casos se apela al
cabreo generalizado, al sentimiento más que a la razón. Grillo expone directamente
su discurso a la gente, en los viejos mítines o en las actuales redes
sociales. No concede entrevistas, ni acude a los platos
televisivos. Claro está que su discurso no admite una réplica racional,
sentimientos y no razón. Estos personajes, con sus populistas actuaciones, no
van a colaborar a mejorar la situación económica. Pero muchos van a sentirse
identificados con la encarnación política de este simpático personaje de Disney. Porque como dice Fernando
Savater, en Ética para Amador, nuestra obligación en la vida es no ser imbéciles,
ni que se nos tome como tales. Hoy un buen número de italianos, delante de la urna, castigarán a los que creían que eran tontos.
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