Al principio, claro está, no sabía que se había
convertido en un fantasma. No había mediado tiempo desde el instante en que su
moto perdió el control circulando a 220 por la autopista. Al incorporarse le
resultó insólito que no tuviera señal alguna del accidente. ¡Que suerte, podía
contarlo¡. Supo que ya no estaba entre los vivos al intentar coger la moto, sus
manos traspasaban el manillar, el depositó era aire. El siempre había sido un
tipo tranquilo y se lo tomó con calma.
Miró alrededor, sin ver un sólo coche, sólo una
estupenda autopista que también, pensó, sería fantasma. Comenzó a andar hacia
un gran edificio, de diseño, con láminas metálicas. Era un aeropuerto, también
fantasma, no había aviones, ni pasajeros, ni personal, a pesar de que estaba
impecable, aunque unas pocas hierbas asomaban entre el cemento. Se dirigió
entonces a un grupo de casas que divisó a lo lejos, con la esperanza de que se
encontraran allí otros fantasmas como él. Nada, eran cientos y todas estaban vacías,
a pesar de estar dispuestas para ocuparse, cercanas a un campo de golf sin
jugadores.
De pronto recordó que se encontraba en Murcia, cercano
a la costa. Reconoció la autopista sin coches, y en concurso de acreedores, el
aeropuerto sin estrenar por falta de vuelos, al igual que la urbanización y el
campo de golf por falta de personas. ¿Que mejor sitio para un fantasma?.
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