No sabía si el ruido era real o sólo estaba en su
cabeza. Pasaron unos segundos hasta que identificó la lluvia y el viento en la
calle. Ahora se incorporó a los sonidos el tic tac del despertador, que marcaba
las once. Se giró sobre si misma, abrazándose a la almohada, mientras evocaba
la noche pasada. Ahora los sonidos cercanos fueron sustituidos por música,
alcohol, y compañías que apenas recordaba. Le dolía la cabeza, y tenía las
piernas pesadas. Sintió una punzada en el estomago, y recordó que llevaba muchas
horas sin comer. Intentó levantarse, pero no reunió la suficiente voluntad.
Bueno, un poco más. Ahora se le presentaron las tareas del día, ordenaría el
apartamento, quizá lavara el coche, eso no, estaba lloviendo. Volvió a caer en
una ensoñación, donde ya no dolía nada, y todo transcurría muy despacio. A lo
lejos se oyó un portazo, era el vecino que salía. El dolor de cabeza ahora
volvió con más fuerza. Tenía que tomar una decisión, y sin pensarlo se sentó en
la cama. El frio de la mañana erizó su piel desnuda.
En el momento en que sintió la tentación de volver a
la cama, sonó el móvil. Al otro lado del teléfono una voz la llamó cariño, para
ganar tiempo le contesto ¡hola¡. El otro siguió hablando, mientras ella
maldecía los tequilas, que la llevaron al dolor de cabeza y a dar el móvil a
aquel pesado. Se prometió que el siguiente sábado sería distinto, mientras
pensaba algo para colgar rápido.
El café, la pastilla y el primer cigarro del día la
reconcilian con el domingo. Mira el móvil, sonríe y comienza la jornada.
"¡A Dios pongo por testigo, que no volveré a beber así de nuevo!"
ResponderEliminarY a escasas dos semanas, yace de nuevo tirad@ en la cama, a las cuatro de la tarde de un domingo, posponiendo con la vista nublosa por SMS, el café que acordó tomar por la tarde con alguien que conoció esa noche.