Al principio fue la tribu. Grupos de hombres, mujeres
y niños moviéndose juntos, continuamente buscando alimentos y cobijo. Siempre
surgía un lider que los conducía, el más fuerte, el más habil entre ellos. Nada existía
fuera del grupo, sólo peligro y hambre, y otros grupos a veces rivales por el
mismo suelo. Pero entre todos ellos una vez surgió alguién excepcional, que los
agrupó. Agrupaciones cada vez más grandes, con el transcurso de los siglos surgieron
los imperios. Esta tendencia se dió simultáneamente en varios lugares del mundo. Después, invariablemente, esos imperios caían y vuelta a empezar
con estados fraccionados.
Hoy, en un mundo globalizado, todo orienta hacia la
atomización. Desde mediados del siglo pasado, el número de estados ha pasado de
51 a 193, y la tendencia sigue imparable. Dentro de un mismo estado la
dispersión es la norma. Los juegos de intereses son múltiples y la tendencia al
fraccionamiento no sólo afecta a los estados, tambien a los poderes omnímodos
de cualquier ámbito. Ya sea en justicia, sanidad, política, la redistribución
de poder y control es la norma.
Hoy nada puede mantenerse en secreto, pues los medios para
que aflore son múltiples. Las tensiones y juegos de intereses entre estados,
ciudadanos contra sus estados y entre ellos mismos es constante. Los canales
para divulgarlos potentes e instantáneos. La vida y actuaciones del poderoso
son conocidas, examinadas y enjuiciadas por todo una multitud. Ahora esta
tendencia a la dispersión se asemeja a un retorno a la tribu, a pequeñas
parcelas defendidas del que está al lado. Pero es cuestión de tiempo el nuevo
cambio de ciclo
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