Ahí estaba mirándolo. Su misma
barbilla, pero sin la cicatriz, su nariz gruesa pero sin la deformidad de la
operación, sus ojos verdes sin ojeras. Tenía su misma altura, pero sin la
espalda encorvada, ni la barriga y además permanecía recto sin la molestia en
la pierna derecha que le hacía apoyarse en la otra. Es él mismo pero sin sus
imperfecciones ni deformidades. Es un buen clon.
No le sorprende. En el mundo en el
que vive las réplicas de los humanos están aceptadas. Conoce el
proceso de la creación de este perfecto puzle, sus ventajas. Todo parte de su
ADN, obtenido silenciosamente a través de análisis de sangre, de su peluquería,
de cualquier sitio. Luego surge un clon depurado, sin los defectos de
serie, que en eso la ciencia ha avanzado mucho. Los problemas de estomago, esas
antiestéticas ojeras que siempre luce o esas continuas cefaleas que no le
dejan vivir, y que todos conocen en su trabajo.
Por cierto, ahí cree que debe de
estar el origen de todo, en su falta de rendimiento en los últimos meses. Su
jefe le había cogido varias veces absorto frente al ordenador, o mirando por
encima de este al vacio, y el siempre había alegado el mismo dolor de cabeza.
También contaba el que no estuviera en su puesto pasado la hora de salida, como
sus compañeros. No es un tema personal, como dice el asesino de la
película, es la productividad. Para la empresa, el precio de comprar este clon,
acabaría rentabilizándose en poco tiempo. No tendría horarios, ni más
aspiraciones, el trabajo sería su único horizonte.
También sabe que el clon tendrá sus
mismos conocimientos profesionales y retomará su vida personal y profesional. Y
con los medios actuales también eso es fácil, sobre todo en su caso que
gran parte del día lo pasa frente a una pantalla, en el trabajo y en
casa. Había oído hablar de esos programas informáticos que
analizaban el PC en que se instalaban, reproducían las pautas de comportamiento,
y luego desarrollaban el mismo trabajo. Una evolución de la inteligencia
artificial.
Aunque no hubiera sido todo
tan fácil sin esa adicción suya a las redes sociales. Durante años, transmitió
su vida al universo. Sus actividades, amigos y pensamientos, todo estaba
registrado. También el clon podrá retomar las relaciones personales en el mismo
lugar, continuará enviando mensajes con las mismas tendencias. Seguirá el
dialogo interrumpido ayer, y se citará para el fin de semana. Cuando el
clon vea la televisión, emitirá al ciberespacio el mismo comentario que él
hubiera hecho, se limita a seguir tendencias. El clon es él mismo.
Todas estas reflexiones han pasado
por su mente en unos pocos segundos. El clon sigue esperando y detrás la policía.
Ahora deberá dejar su casa, lo sedarán y será conducido a esa macro ciudad
para personas como él. Allí, con un adecuado tratamiento, lo mantendrán en
estado de semiinconsciencia, al que se acostumbrará. No recordará
nada, nada añorará en feliz ensoñación.
De pronto, una luz se enciende
en su mente, da una patada a la puerta, y escapa por la ventana. Mientras
corre, siente que le estallan los pulmones, y sólo piensa en no conectarse
nunca a un ordenador.
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