domingo, 23 de junio de 2013

EL CANAL DE CASTILLA EN BICICLETA


Vamos a recorrer el Canal de Castilla, la idea de unos soñadores que pensaron que podía navegarse desde los campos de trigo castellanos al norte peninsular.

El Rio Pisuerga a su paso por Alar del Rey nos da la bienvenida. Aquí un monumento rinde tributo al piragüista. Pero el auténtico punto de partida lo constituye un hito que señala “Aquí nace el Canal de Castilla, obra de ingeniería hidráulica del siglo XVIII”. Durante el viaje por autovía desde Valladolid, a la que luego regresaremos, la vista se pierde en el llano, solo interrumpido por pequeños  cerros aislados. Desde nuestra salida en Alar del Rey, ya se divisa al norte la Cordillera Cantábrica, la barrera que separa Castilla del mar.

Esta situación de aislamiento hizo que en el siglo XVIII, la región estuviera empobrecida, por la dificultad de que sus productos pudieran llegar a los puertos del Cantábrico. Las mercancías debían ser trasladadas a lomos de caballerías por unos caminos la mayor parte del año intransitables.

El Marques de la Ensenada, pensó en otra forma de transporte: el agua. Dirige una carta al entonces Rey Fernando VI, donde plantea la idea de utilizar los ríos como via de comunicación, de crear  una red de canales a semejanza de los que ya existían entonces en Francia. Como argumento decisivo señala: “Conozco que para hacer los ríos navegables y caminos son menester muchos años y muchos tesoros; pero, Señor lo que no se comienza no se acaba”.

Comenzamos a pedalear por el camino junto al Canal, que en sus primeros pasos nos sorprende con su amplitud. Siempre cerca el Pisuerga, caracoleando  paralelo al canal. Se suceden las tierras de regadío, un vergel tras el año lluvioso.

Casi cien años duró la construcción del Canal, que nunca vería el mar. En 1849 se abre a la navegación el tramo entre Alar del Rey y Valladolid. Se construyen barcazas que transportan mercancías y pasajeros por el rio, se sacan imágenes de la virgen en barcos. En fotografías antiguas aparecen tramos congestionados por el tráfico de artilugios flotantes. Ahora nos cruzamos con un barquito que hace pequeños trayectos por el Canal, el “Marques de la Ensenada”.


 
Por doquier nos cruzamos con construcciones que indican la intensa vida que llegó a haber en esta zona. Se construyeron molinos de harina y astilleros para las barcazas. Se crearon incluso algunas poblaciones, todas hoy desaparecidas salvo Alar del Rey. La vida bullía en torno a esta línea de agua mesetaria. Continuamos pedaleando por pistas, antiguos caminos de sirga, donde en su día los animales arrastraban a las embarcaciones. Sin embargo lo que más nos llama la atención son las  esclusas. Con estas se podía regular la altura del agua, para franquear el paso de las embarcaciones, salvando considerables alturas en el canal.
 

 
 

 Ahora empiezan a aparecer peregrinos, y es que nos estamos acercando a Fromista. Una espectacular esclusa nos índica que entramos al pueblo que conserva quizá la más bella representación del románico la Iglesia de San Martín, de perfectas proporciones, un Taj Mahal castellano. Frente a ella saboreamos el descanso junto a cansados peregrinos, que concluyen su etapa del día. Reanudamos la marcha, en las horas  de más calor, cuando de pronto oímos ruido de agua cayendo y sentimos el frescor en el aire. Es la  triple esclusa de Calahorra de Ribas,  la más espectacular del camino.
 
Nos detenemos junto a unos pescadores de cangregos, que abundan en el canal. Con un largo palo acabado en punta abierta, nos aseguran haber cogido 120 en esta mañana, que luego venderán para obtener un sobresueldo.
 

Cerca del kilometro 100 llegamos a la DARSENA DE PALENCIA, que se interna en la ciudad por un paseo arbolado. El lugar se encuentra igual que en la época en que las barcazas llevaban su mercancía a Palencia, y contaban con espacio para maniobrar. Unos de sus almacenes hoy es museo del agua.
 

Ahora debemos cubrir los últimos kilómetros, hasta Valladolid. Las nuevas urbanizaciones, y unos parques urbanos nos dicen que estamos acabando la ruta. Una dársena, y unas reconvertidas naves son su punto final. A pocos metros pasa una autovía, que en poco más de una hora nos llevaría a Alar del Rey.

La construcción del canal de Castilla duró cien años, y sólo estuvo veinte a pleno rendimiento. En su periodo de mayor esplendor surgió el gran enemigo que finalmente lo relegará al olvido: el ferrocarril. Sólo 11 años despues de su inauguración quedan unidos por ferrocarril, Valladolid y Alar del Rey, y pocos años después el tren llega al mar. A partir de ese momento, se inicia su decadencia y hoy el canal tan sólo se utiliza para el regadío, y usos recreativos.

Sin embargo ahora al bajar de la bicicleta, miramos con admiración a aquellos ilustrados que hace tres siglos idearon navegar de Castilla al mar … y casi lo consiguen.

 

miércoles, 19 de junio de 2013

Drogas contra la adversidad

Ahora los tristes, los parados, los desahuciados, los desilusionados pueden llamar a un paladín en su auxilio: la química. En todas las épocas los humanos han intentado huir de una realidad llena de problemas, de contratiempos, de un mundo que se empeñaba en llevar la contraria. Para ello se han utilizado un sin fin de brebajes, sólos o unidos a un grupo de  semejantes. Pero, todas estas drogas, más o menos legales, nunca han sido inocuas. Casi siempre han causado efectos secundarios en la salud, y muy frecuentemente ha habido que tomarlas en clandestinidad, lo que dicho sea de paso, también colaboraba a darles otro tipo de emoción. Por eso, desde hace años se intenta buscar la droga perfecta. Adquirida legalmente, y que permita un aterrizaje suave después de un plácido vuelo.

Aldous Huxley encontró una droga ficticia a la que llamó soma. “Medio gramo de soma para un asueto, un gramo para un fin de semana y curar diez sentimientos melancólicos, dos gramos para el Bello Oriente, tres para una oscura eternidad en la Luna”. En su mundo feliz, el Estado se encarga de abastecer a la población de soma para relajar las tensiones sociales.

Este año hace veinticinco desde que se lanzó el Prozac, la pastilla de la felicidad. Este inhibidor de la serotonina, causó en su día un gran revuelo, y pretendió ser la solución mágica, el soma llevado a la realidad. Tiempo después, algunos estudios manifiestan que para los casos de depresión leve o moderada, actúa de la misma forma que lo haría un placebo, esto es una sustancia sin contenido, pero que causa consecuencias físicas positivas.
 
Ahora se ha dado un paso más en esta lucha por la liberar los sentimientos negativos. La Universidad de Emory, en Atlanta, está desarrollando la molécula que lucha contra el miedo. Este que suele afectar a personas que han sufrido un accidente aéreo, se han visto involucrados en una guerra, y tantos otros que disminuyen o anulan la conciencia del que los sufre. Este principio del siglo XXI está instalando a la sociedad en el miedo al futuro. A lo más reciente, perdida de trabajo, desahucio por impago de la hipoteca, a lo más lejano ausencia de pensión, problemas de salud, medio ambiente y tantos otros.  El miedo inhabilita para la toma de decisiones, y hace caer en una espiral de la que es difícil salir. La química acude en auxilio de todos los que sufren miedo, y ya no sólo para evadirse en otros mundos, sino para no asustarse en éste. Perdido el trabajo, con el desahucio en la puerta de casa, al menos sabremos que no tendremos miedo a las consecuencias. Los estudios no dicen si esta ausencia de temor, servirá para luchar o será una manera de conformarnos con el presente y el incierto futuro, una nueva droga que nos deje relajados frente a la adversidad.