martes, 30 de abril de 2013

Un dia en la vida de Alfonso

La voz de su madre atronaba desde la cocina. Intentó ignorarla, pero los insultos y su nombre repetido una y otra vez acabaron sacándolo de la cama.

-        Alfonso levántate, eres un vago, sal de la pocilga.

No le faltaba razón en calificar así a su dormitorio. Sus seis metros cuadrados no tenían un centímetro libre. Las paredes llenas de posters, el suelo de ropa y mil objetos, entre ellos restos de la cena. Extendió el brazo y encendió el ordenador. Mientras arrancaba, aprovechó para rascarse el pelo y tomarse los restos de cocacola y pizza. De ninguna manera saldría afuera. Abrió la persiana lo justo para ver que en el patio ya era de día. Encendió la luz de la habitación, y con toda la pantalla ya iluminada empezó a teclear.

“Jimidroid3” y “Madcom” lo saludaron. No dejaba de sorprenderle que siempre estuvieran conectados. Esos si eran unos adictos al ordenador y no él. Esa mañana hablarón sobre los nuevos programas, y sus avances en el juego on line del que era un maestro. Dejó para el final ocuparse de limpiar la memoria del PC que se agotaba.

-        Alfonso, a comer.

Este era el peor momento del día. Tendría que salir y enfrentarse a la catarata de recriminaciones de su madre: que si tenía ya treinta años, que no llegaría a ningún sitio, que lo echaría de la casa. Si su padre, que en paz descanse, levantara la cabeza. La media hora de la comida, como había previsto, fue terrible. Su madre compitiendo con las desgracias que escupían a todo volumen los informativos de la televisión, mientras a duras penas tragaba las lentejas. Con el postre, abrió la boca por primera vez y le pidió dinero para tabaco. Tras otros interminables minutos de insultos, logró salir a la calle con diez euros. Regresó desde el portal, pues aún llevaba las zapatillas puestas, es que lo había puesto muy nervioso. Menos mal que en la puerta del bar estaba su amigo Fran charlando con una chavala.

-        Que pasa tio. Vamos a la casa del David, te vienes?.

-        Claro, esperadme un momento, hoy invito yo.

Compró tabaco y cocacola con los diez euros, y trajo de su dormitorio los restos de una botella de ron. David estaba tumbado en el sofá  cuando los tres  amigos llamaron a la puerta. La tarde transcurrió  delante del televisor, apurando el ron y el whisky que sacó el anfitrión. Se despidieron ya entrada la noche, cuando los padres de David entraron por la puerta.

Al llegar a su casa la madre le dijo que en la cocina había  restos de tortilla. Afortunadamente se encontraba absorta en un programa con invitados que  gritaban, y no le prestó mucha atención. Volvió al conectarse, y ahora si estaban allí todos sus amigos del ciberespacio. A las cinco de la madrugada apagó el ordenador y la luz. Hasta mañana.

 

lunes, 29 de abril de 2013

Detroit: el hundimiento de una ciudad.



Para conocer un negro futuro,  visite Detroit. Al buscar en Google, nos asociará esta palabra, a “ciudad fantasma”, “ciudad abandonada”, “decadencia”. Esta urbe norteamericana ha seguido el mismo camino de los antiguos poblados de la era del oro. Al principio eran unos pocos pioneros a los que seguía una  avalancha de inmigrantes. En pocos años se consolidaba una gran ciudad, con todos los lujos y excesos. Corría el dinero, y detrás el juego, los burdeles y la violencia,  también las grandes construcciones y el arte. La vida circulaba a toda la velocidad. En Manaos en plena selva amazónica, a escasos kilómetros de tribus que vivian en la edad de piedra, surgió un gigantesco teatro de la opera.
 
Pensar en el automóvil en Estados Unidos es decir Detroit. En 1904 Henry Ford instala allí su fábrica, y comienza a producir el mítico Ford T, implantándose nueve años después las primeras líneas de ensamblaje. Le siguen los grandes fabricantes Dodge, Chrysler, General Motors. El automóvil logra producirse masivamente, reduciendo sus costes, haciéndolo accesible. La ciudad necesita obreros, pagandoles generosamente. La alegría económica produce una explosión constructiva. Acuden en su día los arquitectos estrella del momento, se paga generosamente a los obreros. 
Pero tras el auge la caída. El gran Cadillac americano, fue sustituido por el utilitario japonés, más barato más racional, más acorde con la época. Se suceden  los despidos masivos y los cierres de empresas. La gente empieza a marcharse, hasta un 63 % de la población emigra.  Los que quedan lo hacen por carecer de opciones, y se encuentran con una ciudad que progresivamente se va deteriorando. En la poderosas América, esta ciudad cuenta con un 50 % de paro real, un 36 por ciento bien por debajo del nivel de la pobreza y muchos son analfabetos. Es la segunda ciudad más violenta de Estados Unidos (la primera, Flynt, está a apenas 100 Kms.). Allí también se está desmantelando un estado del bienestar, que nunca llegó a parámetros europeos.
Hoy la situación es radicalmente distinta. El centro urbano de la ciudad denota el hundimiento de su economía, solares donde antes había edificios de viviendas, grandes almacenes  y hoteles demolidos. Los que se encuentran vacios a menudo son fruto de las llamas. En la ciudad hay cuatro veces más bomberos que médicos, por la multitud de incendios provocados.
Si algún índice denota la debacle de Detroit es el valor de la vivienda. El precio medio de una casa cayó en los últimos años desde los 18.500 a los 6.000 euros de la actualidad.  En este momento pueden comprarse casas por el precio simbólico de un euro. Y son muchas, la única obligación del propietario será pagar los impuestos pendientes y rehabilitarla, pues probablemente las tuberías y cableado hayan sido robados hace tiempo. Solares vacios, barrios fantasmas, viviendas invadidas por la vegetación, parece un paisaje de película futurista, pero se puede ver en Detroit. La historia enseña caídas después de ascensos irracionales. Miremos alrededor y pensemos en Detroit.
 
 

CASA EN DETROIT superficie: 73 m2
precio: 70 euros. Valor: 11.600 €

CASA EN DETROIT superficie: 324 m2
precio: 70 euros. Valor: 13.000 €
 
PAISAJE EN DETROIT


martes, 23 de abril de 2013

Daños colaterales



 
Estaba en la cima. Y eso mientras el país se hundía. Pero no tenía la culpa, pensó mientras se deleitaba con un habano, y miraba el mar de un intenso azul que se extendía frente a él. Ya llevaba un mes en aquella villa de la costa azul francesa, y la inquietud de los primeros días se iba diluyendo, entre la fragancia de los pinos y los largos paseos de la mañana junto al acantilado.

El dinero a salvo en una cuenta suiza. Lo había ido acumulando durante los meses previos al cierre de la empresa, por el antiguo método de no pagar. Fue más astuto que todos ellos. En especial se encontraba orgulloso de la maniobra frente a los bancos, que además habían sido la causa de todos sus males. Ahora se imaginaba al director de su sucursal, despedido, no era su problema. Cierto que no era igual con algunos proveedores, y especialmente los trabajadores de toda la vida. Se consoló pensando que eran daños colaterales, a fin de cuentas era una guerra.

Tenía los ojos cerrados, cuando notó que el plácido sol de otoño se ocultaba. Al abrirlos algo alteró esa perfecta mañana. Una pieza fuera de esta nueva vida que había diseñado para su futuro. Le costó reconocer al director de la sucursal, bastante desmejorado y sin ese traje del Corte Inglés que siempre llevaba. Sólo oyó los dos primeros disparos. El sol había desaparecido definitivamente cuando recibió el resto del cargador y la pistola estrellada contra su cara.


 
 

lunes, 22 de abril de 2013

El encuentro

 
- ¡Mierda¡ ¡mierda¡
 
Ha rebuscado en el bolso y, definitivamente, se le han olvidado las medias en casa. La situación, realmente es grave, porque no se podrá poner la falda ultracorta que ha traído. Tampoco le vale la ropa que lleva puesta. Ni en sueños entraría así a la discoteca.
 
Sus amigas le dicen que deje de gritar y que salga ya. El camarero del bar no deja de mirar a la puerta de los servicios, donde se ha instalado  este grupo de adolescentes, esperando que su amiga cambie la ropa que trae de casa. Una pareja de clientes mayores murmura con cara de desagrado, mientras su hijo adolescente babea al ver escotes profundos, faldas que parecen cinturones y ojos con pintura de guerra, negra, morada, verde. Desde el bar se ve la cola de la discoteca, donde ya los porteros-armario, vestidos con abrigos negros y pinganillos, van dejando entrar al personal a la disco de moda.
 
Por fin ha salido del servicio. Ha decidido embutirse la falda y buscar unas medias en los grandes almacenes cercanos. En ese momento, su mirada esquiva a sus amigas, y como un imán es atraída hacía una apartada mesa.
 
- ¡ Joder, mi madre¡. No puede ser¡
 
Le cuesta trabajo reconocer a esa mujer de mediana edad, con ropa que ni conoce, ni la creería capaz de llevar. Su madre no la ha visto y ella no sabe lo que hacer. Mientras piensa, repara en que la acompaña un hombre, que no es su padre, y que ambos se dan la mano por debajo de la mesa. En ese momento, justo cuando se incorpora levemente para besar a su pareja, las miradas de madre e hija se cruzan.


 

jueves, 18 de abril de 2013

El clon


 
 
 
Ahí estaba mirándolo. Su misma barbilla, pero sin la cicatriz, su nariz gruesa pero sin la deformidad de la operación, sus  ojos verdes sin ojeras. Tenía su misma altura, pero sin la espalda encorvada, ni la barriga y además permanecía recto sin la molestia en la pierna derecha que le hacía apoyarse en la otra. Es él mismo pero sin sus imperfecciones ni deformidades. Es un buen clon.

 

No le sorprende. En el mundo en el que vive las réplicas de los humanos  están aceptadas. Conoce el proceso de la creación de este perfecto puzle, sus ventajas. Todo parte de su ADN, obtenido silenciosamente a través de análisis de sangre, de su peluquería, de cualquier sitio. Luego surge un clon depurado, sin los defectos de serie, que en eso la ciencia ha avanzado mucho. Los problemas de estomago, esas antiestéticas ojeras que siempre luce  o esas continuas cefaleas que no le dejan vivir, y que todos conocen en su trabajo.

 

Por cierto, ahí cree que debe de estar el origen de todo, en su falta de rendimiento en los últimos meses. Su jefe le había cogido varias veces absorto frente al ordenador, o mirando por encima de este al vacio, y el siempre había alegado el mismo dolor de cabeza. También contaba el que no estuviera en su puesto pasado la hora de salida, como sus compañeros.  No es un tema personal, como dice el asesino de la  película, es la productividad. Para la empresa, el precio de comprar este clon, acabaría rentabilizándose en poco tiempo. No tendría horarios, ni más aspiraciones, el trabajo sería su único horizonte.

 

También sabe que el clon tendrá sus mismos conocimientos profesionales y retomará su vida personal y profesional. Y con los medios actuales también eso es fácil, sobre todo en su caso  que gran parte del día lo pasa frente a una pantalla, en el trabajo y en casa.  Había oído hablar de esos programas informáticos que analizaban el PC en que se instalaban, reproducían las pautas de comportamiento, y luego desarrollaban el mismo trabajo. Una evolución de la inteligencia artificial.

 

Aunque  no hubiera sido todo tan fácil sin esa adicción suya a las redes sociales. Durante años, transmitió su vida al universo. Sus actividades, amigos y pensamientos, todo estaba registrado. También el clon podrá retomar las relaciones personales en el mismo lugar, continuará enviando mensajes con  las mismas tendencias. Seguirá el dialogo interrumpido ayer, y se citará para el fin de semana. Cuando el clon vea la televisión, emitirá al ciberespacio el mismo comentario que él hubiera hecho, se limita a seguir tendencias.  El clon es él mismo.

 

Todas estas reflexiones han pasado por su mente en unos pocos segundos. El clon sigue esperando y detrás la policía. Ahora deberá dejar su casa, lo sedarán y será conducido a esa macro ciudad para personas como él. Allí, con un adecuado tratamiento, lo mantendrán en estado de  semiinconsciencia,  al que se acostumbrará. No recordará nada, nada añorará en feliz ensoñación.

 

De pronto, una luz se enciende en su mente, da una patada a la puerta, y escapa por la ventana. Mientras corre, siente que le estallan los pulmones, y sólo piensa en no conectarse nunca a un ordenador.
 

miércoles, 17 de abril de 2013

Un punto rojo en la Venus



La Gioconda de Leonardo da Vinci es un cuadro pequeñito, medio metro de ancho por un poco más de alto, pero el más famoso del mundo. Millones de personas acuden cada año al museo del Louvre en París para contemplarlo. Allí se encuentra colgado, ocupando todo una gran pared de una inmensa sala. Está protegido por un cristal antibalas, a un metro una barrera impide acercarse, a su vez dos vigilantes impiden la aproximación a la barrera a menos de otro metro. El resultado es que el espectador que trás un buen rato de esperas y codazos, ha logrado instalarse frente al cuadro apenas advierte sus trazos.
 
Detrás de ese privilegiado primer espectador se agolpan otros cientos de personas. Provistos de pequeñas cámaras digitales, teléfonos moviles y artilugios de filmación intentan tomar imposibles imágenes de la obra de arte. La mayoría no consiguen llegar a la primera linea, en su apresurada visita al museo. Con sus sentidos embotados por la acumulación de obras de arte, se limitan a disparar sin cesar la cámara por encima de sus cabezas, sin saber lo que hay enfrente. Silenciosos chinos, ruidosos italianos y españoles, taciturnos alemanes, todos quieren encontrarse con el mito. Deben protegerse además contra los carteristas, que circulan a sus anchas por este entorno favorable, sin que los mil vigilantes con que cuenta el museo sean suficientes para frenarlos. O sea, el espectador debe elegir entre abstraerse frente al cuadro, olvidándose del mundo, o luchar por los primeros puestos a la vez que vigila su cartera.
Pero esta no es la única forma de deleitarse con el arte. Google Art Project es un proyecto del gigante de la comunicación, que pretende llevar los museos al ordenador. Ha digitalizado y ofrece 40.000 obras de arte a 7.000 millones de pixeles, lo suficiente para ver que la perfecta diosa que Boticelli pintó en su Nacimiento de Venus, tiene una imperfección en su barbilla. Un pequeño punto rojo, grano o simple mancha de pintura. Podemos pensar en ello, mientras damos un sorbo al cafe, elevamos la vista del ordenador y cerramos los ojos.
 
 

viernes, 12 de abril de 2013

Invisibles


La sala de conferencias estaba a rebosar. Nadie reparo en los fotógrafos que se interponen entre el orador y el público, actúan con movimientos rápidos, arrastrando sus cámaras y bolsas con objetivos. Pasados unos minutos la mayoría de ellos se marcha, sólo él queda durante toda el acto, es  el fotógrafo oficial. En una esquina, mira el móvil sin atender. Comienza a andar y tropieza, pero nadie repara en él, es invisible.

Hace ya un tiempo que se encuentra entre sorprendida y ligeramente molesta. Antes cuando paseaba por la calle todos la miraban. La cabeza alta, el andar decidido y una cierta sensación de actuar le proporcionaba satisfacción. A esta mujer, hoy de mediana edad, le bastaba con ropa barata y ceñida, pelo largo y  descuidado y exagerada pintura en los ojos, para que los hombres giraran la cabeza. Ahora, piensa mientras regresa de la compra, es distinto, ropa cuidadosamente elegida, y largos preparativos delante del espejo no son suficientes. Se ha vuelto invisible. Invisible a las miradas de deseo que despertaba.

Esta pareja se cruza en el pasillo de la casa sin verse. Se turna en el baño mecánicamente. Se despide cada mañana, sin mirarse, con un ¡hasta luego¡. Por la noche, sentados cada uno en su sillón, no existe nada fuera de la televisión. En las noticias algún comentario, más bien reflexión en voz alta, que no es respondido. Viven juntos, pero se han vuelto invisibles el uno para el otro.

 
Hoy, todas las cadenas repiten una y otra vez las imágenes de ese fotógrafo invisible que ha tropezado y caído sobre el orador arrastrándolo. Ha sido su minuto de gloria, después de tantos años de anónima profesión. Al volver a casa, su invisible mujer, recién llegada del supermercado, lo ha mirado a los ojos y ambos, como hacía mucho tiempo, se han visto. Por la noche han vuelto a ver las imágenes entre risas. Antes de dormirse han hecho el amor.

jueves, 4 de abril de 2013

Entrevista de trabajo


Cuando le tocó el turno ya hacia hora y media que estaba esperando. La cola le daba la vuelta a esa plaza del centro de Malaga. Todos miraban hacia la terraza solitaria de una cafetería donde un tipo armado con un bolígrafo y unos folios hacia entrevistas de trabajo. Allí se encontraban gentes de todas las edades y condiciones, el anuncio para un trabajo de mozo de almacen no exigía ninguna formación.

Durante el rato que llevaba haciendo cola en la plaza no se había aburrido, aunque el que le precedía se encontraba aislado con sus auriculares, y los de atrás no paraban de hablar entre ellos.

- ¿Aquí que regalan?. Le preguntó uno con traje que salía del banco.

- Con suerte un trabajo, le respondió.

También de dejo caer por allí un amigo en paro, como él, que a falta de algo mejor que hacer, se sumó a la cola. Lo peor fue aquella señora que durante diez largos minutos le contó su propia historia de desgracias, y como sus hijos ya mayores habían vuelto a vivir con ella.

Una pareja de municipales se acercó para decir que no se podía obstaculizar el paso en la plaza. Nadia contestó ni dió señalas de haber oído algo, por lo que, tras intercambiar una mirada, siguieron patrullando.

Tras las preguntas sobre sus datos personales, estado civil y trabajos anteriores, el entrevistador le preguntó:

- ¿Estaría dispuesto a trabajar por la mitad del sueldo?

- Si. Le contestó, tras pensarlo dos segundos.

- ¿Estaría dispuesto a trabajar en horario nocturno?.

- Si.

- ¿Estaría dispuesto a un contrato en prácticas?

- ¿Prácticas de que?, dijo arqueando las cejas con asombro.

- Aquí el que pegunta soy yo, contestó el entrevistador sin apartar la vista del papel.

 
En el momento en que otras dos personas lograron sujetarlo, el entrevistador había caído de su silla, y sangraba por la nariz. Nadie se molestó en avisar a la policía municipal, que estaba enfrente  delante de un negro al que requisaba los bolsos de imitación. Ahora el entrevistador sigue preguntando, mientras tapa con un pañuelo la sangre que aún sale. El se ha sentado en otra plaza a echar el resto de la mañana.

martes, 2 de abril de 2013

¡PARTICIPAD!


Un fantasma recorre España: la participación de la gente en los temas que les afectan. Eso que parece algo normal estaba lejos de serlo hasta la fecha.

Los años del bienestar fueron los de la anestesia. El país quedó en manos de políticos profesionalizados, sindicalistas liberados y toda suerte de gestores recién llegados. Se formó una casta de dirigentes acomodados, conformistas con el único horizonte de su propia continuidad, y en demasiadas ocasiones su enriquecimiento personal. Sin ideologías a la vista y con el pueblo consagrado al consumo, la clase dirigente se encontró con las manos libres. No sólo encontraron ellos un trabajo, para el que la mayoría de las veces no estaban cualificados,también se lo proporcionaron a amigos y familiares y engrosaron sus cuentas personales. El campo de actuación aumentó exponencialmente con la llegada de autonomías, empresas públicas, representaciones en el exterior y toda una serie de figuras que no dejaban de engordar un sector que de público sólo tenía el nombre.

Pero el radical vuelco que dio la economía acabó generando indignación, y ésta saco la gente a la calle. El 15-M fue un revulsivo contra toda una clase política que ya no representaba a aquellos que la habían elegido. La democracia en su formulación actual había dejado de ser el sistema perfecto. Sin embargo, el eco de  las mediáticas acampadas en la Puerta del Sol y otras plazas se fue extinguiendo, en gran parte porque su base era más un estado anímico, el descontento, que la formulación de unas líneas de actuación. Volvieron a salir eslóganes como el del mayo del 68 frances “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Sus protagonistas, en gran parte, fueron jóvenes que veían amenazado su futuro, con una gran dosis de idealismo.

Ahora se ha llegado a la siguiente fase. Los problemas se han incrementado, y afectan a todas la capas de la sociedad. En la calle se encuentra la pareja que va a ser desahuciada, con el joven licenciado que reclama su primer empleo, con el jubilado que ha perdido sus ahorros con las preferentes, y con el despedido después de toda una vida en la misma empresa, y sin ningún horizonte laboral. El cirujano al que cierran quirófanos, con el maestro sin plaza y el policía con recortes.

Y ya han empezado a surgir las primeras formas de canalizar esta indignación. Se recogen miles de firmas para el tema de los desahucios, las tasas judiciales. Se persigue a los politicos en sus domicilios.  Se está utilizando masivamente la Iniciativa Legislativa Popular, esta figura jurídica recogida en la Constitución, por el que el ciudadano puede presentar proposiciones de ley, sin ser representante político, reuniendo determinadas firmas. Son personas que están dispuestos a que cambie la Ley, y en el sentido que debe hacerlo.

Ha llegado el momento de reinventar el sistema político actual, y de cambiar a sus actores. En la antigua Grecia, con poblaciones muy escasas, se encontraron formulas para que el ciudadano participara en la política. De ello da cuenta el hecho de que de 40.000 ciudadanos de pleno derecho, 6.000 de ellos participaban en la Asamblea, que se reunía 40 veces al año. Ni el sistema era perfecto, ni puede extrapolarse a hoy día, pero si hacer reflexionar sobre el hecho de que es necesario encontrar vías de participación de todos los ciudadano en los asuntos públicos.

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Se ha acabado el tiempo de considerar a la democracia como la concebimos hoy, un sistema inalterable. La gente está más informada que nunca, y reclama participación en los asuntos que les afectan. La búsqueda de los cauces para hacerlo es una tarea que corresponde a todos los que hoy están indignados y quieren participar en el cambio que se avecina.