viernes, 22 de marzo de 2013

Ver y contarlo


 
Como cada noche, han sacado las sillas a la calle. Por primera vez en todo el día hace fresco, y a los dueños de la casa se le han unido algunos vecinos, de ese pueblo andaluz. Las palabras y las risas empiezan a fluir solas. Se cuentan las historias del día, el último chisme visto en la televisión. Las madres siempre hablan sobre sus hijos y la comida de mañana. Los hombres sobre el partido del domingo y, en voz baja, sobre como se ha puesto esa joven que ya es mujer. Todos quieren hablar, todos contar lo que han visto.
Esa misma noche, al otro lado del mundo en Tijuana (México), en un sórdido local, un joven aspirante a periodista, repasa los asesinatos el día. Escribe furiosamente en su portátil sobre los cinco cadáveres que han aparecido con un tiro en la cabeza, al parecer la policía otra vez no sabe nada. No puede evitar la tentación de mirar de reojo a la puerta, y sabe que cuando se publique el artículo volverán las amenazas. Vuelve a vencer al miedo el deseo de contarlo.
Desde niño Enrique Meneses, uno de los principales fotógrafos de la historia de España, sabía que quería hablar con su cámara. El 28 de agosto de 1947 aún no había cumplido 18 años, y oye por la radio que el toro Islero ha cogido al torero Manolete en Linares. En Madrid para un taxi, en la plaza recoge con su cámara este momento histórico y de madrugada regresa para que sus fotografías cuenten lo que ha visto. Casi cuarenta años después, con dos canceres a sus espaldas, los pulmones apenas le dejan correr por la Avenida de los francotiradores de Sarajevo. Cuando la cruza, con las balas silbando, el dispara con su cámara.
Ver y contar lo que se ha visto. Palabras, imágenes, letras, todo vale para compartir esa película que es la vida, y que no para de pasar ante nuestros ojos.

 

miércoles, 20 de marzo de 2013

La tribu

 
Al principio fue la tribu. Grupos de hombres, mujeres y niños moviéndose juntos, continuamente buscando alimentos y cobijo. Siempre surgía un lider que los conducía, el más fuerte, el más habil entre ellos. Nada existía fuera del grupo, sólo peligro y hambre, y otros grupos a veces rivales por el mismo suelo. Pero entre todos ellos una vez surgió alguién excepcional, que los agrupó. Agrupaciones cada vez más grandes, con el transcurso de los siglos surgieron los imperios. Esta tendencia se dió simultáneamente en varios lugares del mundo. Después, invariablemente, esos imperios caían y vuelta a empezar con estados fraccionados.
Hoy, en un mundo globalizado, todo orienta hacia la atomización. Desde mediados del siglo pasado, el número de estados ha pasado de 51 a 193, y la tendencia sigue imparable. Dentro de un mismo estado la dispersión es la norma. Los juegos de intereses son múltiples y la tendencia al fraccionamiento no sólo afecta a los estados, tambien a los poderes omnímodos de cualquier ámbito. Ya sea en justicia, sanidad, política, la redistribución de poder y control es la norma.
Hoy nada puede mantenerse en secreto, pues los medios para que aflore son múltiples. Las tensiones y juegos de intereses entre estados, ciudadanos contra sus estados y entre ellos mismos es constante. Los canales para divulgarlos potentes e instantáneos. La vida y actuaciones del poderoso son conocidas, examinadas y enjuiciadas por todo una multitud. Ahora esta tendencia a la dispersión se asemeja a un retorno a la tribu, a pequeñas parcelas defendidas del que está al lado. Pero es cuestión de tiempo el nuevo cambio de ciclo



domingo, 17 de marzo de 2013

Despertar de domingo

No sabía si el ruido era real o sólo estaba en su cabeza. Pasaron unos segundos hasta que identificó la lluvia y el viento en la calle. Ahora se incorporó a los sonidos el tic tac del despertador, que marcaba las once. Se giró sobre si misma, abrazándose a la almohada, mientras evocaba la noche pasada. Ahora los sonidos cercanos fueron sustituidos por música, alcohol, y compañías que apenas recordaba. Le dolía la cabeza, y tenía las piernas pesadas. Sintió una punzada en el estomago, y recordó que llevaba muchas horas sin comer. Intentó levantarse, pero no reunió la suficiente voluntad. Bueno, un poco más. Ahora se le presentaron las tareas del día, ordenaría el apartamento, quizá lavara el coche, eso no, estaba lloviendo. Volvió a caer en una ensoñación, donde ya no dolía nada, y todo transcurría muy despacio. A lo lejos se oyó un portazo, era el vecino que salía. El dolor de cabeza ahora volvió con más fuerza. Tenía que tomar una decisión, y sin pensarlo se sentó en la cama. El frio de la mañana erizó su piel desnuda.
En el momento en que sintió la tentación de volver a la cama, sonó el móvil. Al otro lado del teléfono una voz la llamó cariño, para ganar tiempo le contesto ¡hola¡. El otro siguió hablando, mientras ella maldecía los tequilas, que la llevaron al dolor de cabeza y a dar el móvil a aquel pesado. Se prometió que el siguiente sábado sería distinto, mientras pensaba algo para colgar rápido.
El café, la pastilla y el primer cigarro del día la reconcilian con el domingo. Mira el móvil, sonríe y comienza la jornada.

jueves, 14 de marzo de 2013

La burbuja de la multitud

 
Una monja muy joven mira con cara embelesada al balcón. Tras el cortinaje rojo, los visillos aún están cerrados, pero acaba de encenderse la luz de la estancia. A su alrededor miles de personas charlan animadamente, ríen, y algunos gritan o también miran extasiados. La monja que, considera estar viviendo un momento histórico, también está feliz por formar parte de este inmenso gentío que mira en una sola dirección. Aunque soporta el frio y la lluvia para asistir al nombramiento de un nuevo Papa, difícilmente cabe imaginarla en la inmensa Plaza de San Pedro del Vaticano vacía.

Camp Nou, instantes previos del Barcelona Milán. Ocho meses sin trabajo no han impedido que esta víctima de un ERE se encuentre desde hace una hora en el abarrotado estadio. En la radio que tiene pegada al oído, suena la llamada a la gesta de una remontada, y no ha querido perderse esta ocasión histórica. Se produce el éxtasis al saltar los primeros jugadores al terreno. Todos se levantan, himno y gritos se apoderan del ambiente. Apaga la radio, y siente como todo ello fluye dentro de él. Si le ofrecieran ser el único espectador del partido a puerta cerrada, no dudaría en verlo desde el televisor de casa.

Ocho de la tarde, en el salón del hotel alquilado por la formación política ya no cabe un alfiler. Dentro de unos minutos hablará el presidente, y la expectación es máxima. Este alcalde de pueblo pequeño ha acudido al acto acompañado de su cuñado, también militante que ha pedido la tarde libre en el trabajo. Ahora está arropado en esta burbuja de multitud. Cuando acabe el acto, y salga a la calle, no habrán desaparecido las críticas que viene recibiendo, ni la falta de dinero ni la amenaza cada vez más cercana de ser acusado de corrupción, pero ahora no. Necesita el bienestar que le proporcionan estos actos, aunque como cuando acude al spa, desaparezca en poco tiempo.

Grandes o pequeños espacios, política, deporte, religión, cualquier excusa vale para introducirnos en la burbuja de la multitud. Durante un rato los problemas quedan aparcados en estas gigantescas terapias de grupo. Ya decía Aristóteles que somos más sociales que las abejas, y hacemos antes la ciudad que nuestra casa, o sea que para aislarnos nos metemos en una burbuja llena de semejantes, y ahí somos felices.

martes, 12 de marzo de 2013

El gin tonic


El gin tonic ya no tenía cubitos de hielo. Se lo llevó maquinalmente a la boca, y una imperceptible mueca de disgusto se dibujó en su rostro.  Y es que lo mejor fueron los primeros diez minutos. Tras el sorbo inicial la causalidad hizo que pegara a hebra con su compañera de barra, justo en el momento en que sus dos amigas habían ido al servicio. Le comentó con total seriedad que era informático, mejor dicho, propietario de una empresa tecnológica instalada en varios países, el ya no programaba eso lo dejaba a los ingenieros. Estaba allí por casualidad, en un momento de respiro de sus frecuentes viajes. La chica se despidió, sólo unos minutos después de regresar sus amigas, con una amable sonrisa, a la que él correspondió levantando ligeramente su vaso.

Justo en ese momento, al girarse topó con otra chica que intentaba infructuosamente llamar la atención del camarero. Se acercó para decirle que era uno de los propietarios del pub, y que el mismo le pediría la copa. Fueron unos minutos de cercanía a la oreja de ella, propiciados por el barullo y el volumen dé la música. No muy conforme con el ofrecimiento, ella logró por fin cruzar su mirada con la del camarero, y pedir directamente. Hasta el momento en que ella pago, y se alejó con las copas en la mano, logró colar una historia sobre la cadena de pubs y discotecas que estaba montando.

Y eso fue todo, el resto un rato hasta que no quedaba nada sólido en el vaso, y la temperatura del líquido era la ambiental. La única incidencia, fue la defensa del vaso frente al imbécil del camarero que se lo pretendía llevar, afortunadamente mantiene un ojo en el vaso, y el otro en escanear el local.
 

Ahora hecha un último vistazo al reloj, se ajusta el cuello de la camisa, levanta la cabeza y sale. Dos calles más allá, siempre tiene en eso mucho cuidado, está esperándole el ciclomotor. Antes de volver a casa pasará por la gasolinera a echarle la vuelta de sus últimos diez euros, tras pagar el gin tonic.

lunes, 11 de marzo de 2013

El baile


Habían pasado ya cuatro meses desde que comenzó el curso y nada. No sabía si sería el acné de la cara, las gafas o ese jersey demasiado ancho. El caso es que no conseguía cruzar palabra con ella. Era perfecta, el pelo largo, la sonrisa tímida, y también tenía gafas como él. Tenía de fondo de pantalla una foto suya, sacada de tuenti, que procuraba que nadie viera. Era su secreto.

Esa mañana estaba decidido a actuar. Y de que forma. La idea se la dio uno de esos videos que circulaban por whatsapp, donde amigos o desconocidos bailaban al son de una música pegadiza y repetitiva. Manos a la obra, había encontrado el sistema y el haría lo mismo. Por un rato se convertiría en el puto amo de la clase. Esa mañana se presentó en el instituto con el casco de la moto de su hermano. Era un punto fundamental de la coreografia. La música también venía en el movil.
 
 La primera parte estaba saliendo bien,la mayoría de la clase aceptó la idea. Bailarían en el recreo. Las dos horas de clase se le hicieron interminables, ya solo veía a su compañeros siguiendo sus instrucciones, y el momento en que ella se acercara despacio, sonriéndole. Sonó el timbre, y en segundos estaban todos en el patio.
 
Sentía sus latidos cuando todos lo miraban. Serían dos movimientos comunes, y el resto sólo saltos y vueltas. Sonaron los primeros acordes en el movil y todo empezó a ir mal. La culpa la tuvo ese capullo de la última fila, el que continuamente se tocaba el pelo y que siempre suspendía. Pero, joder, quien iba a imaginarse que iba cada fin de semana a la discoteca. De pronto empezó a dar vueltas y saltos, el resto de la clase se paró y empezó a mirarlo, en especial la chica que, sorpresa, pasados unos compases, se unió a él, en giros y vueltas y más vueltas. No sabe si fue tanta vuelta o la sorpresa, pero lo cierto es que ha triunfado, de una forma que no hubiera imaginado. Casi rozándole la cara todos lo estan mirando antentamente, incluida ella, mientras se recupera del desmayo.

domingo, 10 de marzo de 2013

Ya no queremos realidades, queremos promesas

 
 
 
Cada día el peso de la realidad es abrumador. La televisión escupe inmisericorde una letanía de malas noticias y desgracias. Esa conversación en el corto viaje del ascensor, ya no es sobre el tiempo, sino sobre el desastre en que estamos inmersos. Diríase que la realidad nos ha sumido en un estado de shock permanente. Estamos en un viaje, sin conductor ni destino. En el paso a una nueva época nos resistimos a desprendernos del nivel de vida y las comodidades que tan precariamente habíamos logrado. Lo vamos haciendo lentamente, dejando girones de un traje que se va desgarrando.
Aparcada hace tiempo la religión como refugio final, el resto de los referentes están cayendo en poco tiempo. Todo un sistema político, la democracia, conseguido con tanto esfuerzo, comprobamos que está podrido en todas sus instancias. Todo ello nos ha llevado a que no seamos el país del mundo, ni de lejos, que está peor, pero sí de los que más han perdido la ilusión. Asistimos con sorpresa y quizá envidia al funeral de Hugo Chaves en Venezuela, donde hay gente que llora a un político, que cree en él. Y es que en el fondo reclamos ilusión para avanzar, luces que nos hagan salir de la negritud. A este paso les pediremos a nuestros políticos: "Ya no queremos realidades, queremos promesas".


martes, 5 de marzo de 2013

Extremeños y cigueñas

Decididamente,  los extremeños siempre han ansiado buscar nuevos horizontes.  Quizá sea por tener las cigueñas tan cerca. Durante siglos, con la retirada de las nieves abandonaban su pequeña aldea, el incómodo castillo o el frio monasterio y se lanzaban a descubiertas en tierras de moros. Cuando ya no queda ninguno, buscan su horizonte en América. Traslada la frontera, de "más allá del Duero", al Amazonas, al Paraná. Los Pizarro, Núñez de Balboa, Orellana, extremeños que murieron fuera de su tierra, y que obtuvieron más gloria que fortuna. El que si regresó, Hernán Cortes, preside hoy la solitaria plaza de su Medellín natal, espada en ristre, bajo la sombra de su arruinado castillo.
Hoy los lugares de conquista se han reducido hasta llegar a minúsculas parcelas, que los modernos extremeños sueñan conquistar. Puede ser un bar español en Islandia, o una clínica en Australia. Ahora si que vuelven a su tierra, pero es para las fiestas o para morir en paz.
El griego Tucidides nos narra lo que sus compatriotas hicieron ya diez siglos antes de cristo: "Todos abandonaban fácilmente sus asentamientos y como pensaban que conseguirían en cualquier parte el sustento de cada día, por ello emigraban con facilidad, y en consecuencia no eran poderosos ni por la importancia de sus ciudades ni por otro tipo de recursos". Hoy la emigración secular extremeña ha dejado preciosas dehesas que se conservan como hace cientos de años. Señoriales castillos, conventos o palacios, que han tenido más pena que gloria. Y las cigüeñas, únicos seres vivos en las calles de muchos pueblos.
Pero también existe otra Extremadura que quiere luchar. La que tras desvelos, empeña su patrimonio y sus ganas, acondicionan ese perdido monasterio para el turismo, explotan esa finca o, los más locos, producen algo. La que decide que es el lugar donde vivir sus buenos años, no sólo los que preceden al fin. Los que cuando cada año ven partir a las cigüeñas, deciden que es el momento de reformar su nido.