sábado, 6 de julio de 2013

Navegando en aguas tranquilas


 
La  tarde estaba declinando cuando entramos en Campo Grande, el Parque de Valladolid. Como todos los sábados, se juntaban allí madres empujando carritos de niño, parejas de jóvenes iniciando una relación, y ancianos silenciosos cargados de historia. Un pavo real muestra orgulloso su plumaje, mientras la mama pata vigila los primeros pasos en el agua de sus vástagos. En estos primeros días de verano la temperatura es suave, y el interminable y lluvioso invierno sólo es un recuerdo.

Abrimos un helado y nos sentamos frente al estanque. En ese momento “La Paloma” se dispone a zarpar. Es la barca que desde hace muchos años navega en este lago, apenas la mitad de un campo de futbol. Va subiendo el pasaje, en su mayoría niños, algunos acompañados de sus padres. El barquero, un joven provisto de su gorra de capitán, sonríe y los prepara para la aventura que sigue.

Un suave empujón a los remos, y la barca se aleja de la orilla. Nosotros también empezamos con el chocolate de nuestro helado. Nos recreamos en la historia que sabemos está narrando el barquero:

-Este estanque es un mundo mágico. Los pájaros, las tortugas, los patos por la noche se transforman. El pequeño kiosko es un palacio, y todos los animales sus moradores.

Los niños miran ansiosos por la borda, intentando adivinar como puede ser ese cambio. El barquero señala uno a uno a los animales y cuenta como es su otra vida, mientras da en el agua imperceptibles paladas, que hacen que la barca se deslice silenciosa.

Desde nuestro banco, vemos como el barquero se ha levantado y señala la orilla, es la mitad del recorrido y de nuestro helado. Ahora habla de Luis Gallego “El Catarro”, el último de una generación de barqueros, que durante muchos años embrujó a los padres de los niños que hoy navegan.  Su espíritu sigue vivo y, continua el barquero con un susurro:

-Se cuenta, que ayuda a cruzar por las noches el estanque a todas sus criaturas, y aquellos que están en el cielo también vienen a montar en esta barca.

Instintivamente algunos niños miran hacia arriba y, cuando bajan su mirada descubren que el viaje se ha acabado. El barquero ha saltado a tierra, y ayuda a los niños que dejan la barca serios. También nosotros acabamos el helado, y mientras nos alejamos, otros niños esperan su turno para subir a la barca. Ahora apuramos el tiempo para salir de este parque a un mundo frenético.

 

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