viernes, 2 de agosto de 2013

AFRICA




Si la vida bulle, es África. Cuando cada día es empezar de cero, es África. Cuando el impala distraído, siente su cuello desgarrado por el gran felino, y se le derrama la vida bajo el inmenso sol de la sabana. Cuando cerca del fuego abrasador, que emana de una conducción de gas, una mujer inundada en sudor calienta su comida, mientras sus harapientos hijos juegan en las tuberías y el padre fuma en la puerta de su casa de plásticos es África.

Casi un millón de personas vive en Kibari, un barrio chabolista cerca de Nairobi. Han emigrado del campo, buscando una vida mejor, como otros millones de animales emigran buscando los tallos tiernos y el agua. Personas y animales compiten por llevarse algo a la boca y, quizá, un poco de placer. El león cazador, saciado de la carne del impala, mira a las hembras de la manada y sus posibles adversarios. Muy cerca, bajo el abrasador calor de un techo de uralita, dos jóvenes apenas salidos de la niñez descubren sus cuerpos. En el éxtasis África es el paraíso. No hay hambre, ni calor, ni moscas, sólo el olor del sexo, y ese otro dulzón cada vez más presente de animales, basura y hierba.

Anochece en el Serengetti, y la vida empieza para muchos animales escondidos durante el día. Oportunidades y peligros, el ciclo de la eterna supervivencia. Los mismos que tendrán esos cuatro amigos que en un siniestro cruce de autopistas de Johannesburgo, esperan al confiado conductor para robarle el coche, y quizá la vida.

Mientras tanto el agua sigue rugiendo como al principio de los tiempos en las Cataratas Victoria, el mar es inmensamente azul en el Índico, y el desierto grandioso en el Sahara. Belleza y suciedad, tristeza y alegría. Hoy es un nuevo día en África.

 

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