domingo, 10 de marzo de 2013

Ya no queremos realidades, queremos promesas

 
 
 
Cada día el peso de la realidad es abrumador. La televisión escupe inmisericorde una letanía de malas noticias y desgracias. Esa conversación en el corto viaje del ascensor, ya no es sobre el tiempo, sino sobre el desastre en que estamos inmersos. Diríase que la realidad nos ha sumido en un estado de shock permanente. Estamos en un viaje, sin conductor ni destino. En el paso a una nueva época nos resistimos a desprendernos del nivel de vida y las comodidades que tan precariamente habíamos logrado. Lo vamos haciendo lentamente, dejando girones de un traje que se va desgarrando.
Aparcada hace tiempo la religión como refugio final, el resto de los referentes están cayendo en poco tiempo. Todo un sistema político, la democracia, conseguido con tanto esfuerzo, comprobamos que está podrido en todas sus instancias. Todo ello nos ha llevado a que no seamos el país del mundo, ni de lejos, que está peor, pero sí de los que más han perdido la ilusión. Asistimos con sorpresa y quizá envidia al funeral de Hugo Chaves en Venezuela, donde hay gente que llora a un político, que cree en él. Y es que en el fondo reclamos ilusión para avanzar, luces que nos hagan salir de la negritud. A este paso les pediremos a nuestros políticos: "Ya no queremos realidades, queremos promesas".


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