domingo, 1 de septiembre de 2013

El último dia de las vacaciones


 
Miró el móvil: otra vez las siete de la mañana. Estaba despierto y sin trazas de volverse a dormir. Había desterrado el despertador y el reloj, pero no  el hábito de la hora de ir al trabajo. Seguían todos durmiendo, por lo que intentó ser lo más sigiloso posible. No lo logró. Cada uno de sus movimientos originaba pequeños ruidos, cambios en ese orden del caos que era el apartamento.

-        Sin vacaciones no. En septiembre ya veremos.

Ese había sido el lema, que, como un mantra, se había repetido hasta la saciedad. El resultado fue el alquiler por una semana de este apartamento. Salón y un dormitorio, donde encajaron los cinco miembros de la familia y además, si giraba el cuello por la ventana, a lo lejos, permitía ver el mar.

-        Total, sólo será para dormir. Por la mañana la playa, por la tarde paseo marítimo, cervecitas y buena siesta.

El guión parecía perfecto. Y además se había cumplido. Aunque de los  paseos ya estaba cansado, la playa había sido lo peor. Cada mañana la expedición necesaria para cubrir los quince minutos que separaban el apartamento de la arena, siempre acababa en discusión. Algo que quedaba olvidado, un niño que no había acabado el desayuno, la compra de cada día en el supermecado. Aún era peor al llegar a la playa. Buscar un sitio para la sombrilla, vigilar a los niños, sin olvidar esa cerveza  entre esa masa con olor a crema solar que invadía el chiringuito. Lo mejor esa siesta de dos horas, de la que se levantaba aturdido.

Afortunadamente, pensaba mientras se dirigía de puntillas al servicio, dentro de unas horas dejarían el apartamento. Intentando esquivar unas toallas abandonadas en el suelo, dió una patada al flotador que a su vez acabó golpeando a un niño. Este pensando que había sido su hermano, que dormía en la misma cama, le dio una fuerte patada. De nada sirvieron sus llamadas al orden, para que de pronto se formara una batalla campal, con su mujer gritando a pleno pulmón.

Era la señal que esperaba. El momento de largarse había llegado. A preparar las maletas y olvidar aquel maldito apartamento. Por una vez todos estuvieron de acuerdo. ¿Quién habló de síndrome posvacacional?. Su cuenta en el banco es la que iba a tener síndrome. Ahora había desaparecido el miedo a la caravana de entrada a la ciudad y al primer día de trabajo que, por el momento, todavía tenía. Cuando entregara la llave del apartamento, habría dado el paso para volver a la añorada rutina.

 

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