lunes, 22 de abril de 2013

El encuentro

 
- ¡Mierda¡ ¡mierda¡
 
Ha rebuscado en el bolso y, definitivamente, se le han olvidado las medias en casa. La situación, realmente es grave, porque no se podrá poner la falda ultracorta que ha traído. Tampoco le vale la ropa que lleva puesta. Ni en sueños entraría así a la discoteca.
 
Sus amigas le dicen que deje de gritar y que salga ya. El camarero del bar no deja de mirar a la puerta de los servicios, donde se ha instalado  este grupo de adolescentes, esperando que su amiga cambie la ropa que trae de casa. Una pareja de clientes mayores murmura con cara de desagrado, mientras su hijo adolescente babea al ver escotes profundos, faldas que parecen cinturones y ojos con pintura de guerra, negra, morada, verde. Desde el bar se ve la cola de la discoteca, donde ya los porteros-armario, vestidos con abrigos negros y pinganillos, van dejando entrar al personal a la disco de moda.
 
Por fin ha salido del servicio. Ha decidido embutirse la falda y buscar unas medias en los grandes almacenes cercanos. En ese momento, su mirada esquiva a sus amigas, y como un imán es atraída hacía una apartada mesa.
 
- ¡ Joder, mi madre¡. No puede ser¡
 
Le cuesta trabajo reconocer a esa mujer de mediana edad, con ropa que ni conoce, ni la creería capaz de llevar. Su madre no la ha visto y ella no sabe lo que hacer. Mientras piensa, repara en que la acompaña un hombre, que no es su padre, y que ambos se dan la mano por debajo de la mesa. En ese momento, justo cuando se incorpora levemente para besar a su pareja, las miradas de madre e hija se cruzan.


 

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